Okuda pinta su 'arcoíris infinito' para expulsar de Ibiza a los turistas ebrios: “Pronto estará lleno de vómitos y orín”

Una mujer que arrastra un carro de la compra se para a mirar el boceto que el artista Okuda San Miguel (Santander, 1980) colorea sobre el pavimento antes deteriorado, ahora recién vinilado, de la calle Santa Agnès. Mira de soslayo, le pega un par de caladas al cigarro que sujeta con una mano, y prosigue su marcha hacia adelante.
En ese nimio gesto —bastante simbólico— resume lo que el resto de ciudadanos de Sant Antoni percibe de lo que está pasando en el West End: “No creo que los hooligans se marchen solo porque el suelo esté más bonito”, opina Manuel Bermejo, que vive a apenas unas calles de la zona que se pretende reconvertir con la obra de Okuda.
La lluvia ha obligado a posponer durante semanas lo que ya casi parecía un sueño de unos pocos que depositan toda su esperanza en el arte como la panacea que alejará, “por fin” y por siempre, al turismo de borrachera del centro. Las máquinas ya han empezado a levantar los adoquines —con forma de camiseta— en la perpendicular, que pronto se convertirá en un bulevar sobre el que el alcalde proyecta una especie de réplica del Paseo de la Fama de los Ángeles.
“Es una inversión más que hemos hecho en la zona, reformando varias calles. Queremos que sea un punto de inflexión (para el West End) a través del arte y la inversión pública”, interviene el alcalde, Marcos Serra, que atiende a los medios en uno de los aproximadamente 160 metros de calle que ya ha empezado a pintar Okuda. Mientras, aún sopla un viento bastante desapacible que hace rodar algunas latas arrojadas al suelo y cartones de fast food.
“Al final es el sitio al que han venido siempre en Ibiza -los hooligans-, si se marchasen, no lo harían realmente, sino que solo se habrían trasladado a otro lado”, se reafirma Manuel. En paralelo, el alcalde no habla de lo que fue y todavía es el West End, sino en todo lo que puede llegar a ser. En concreto, se refiere a la propiedad que han comprado en la intersección de la calle Santa Agnès con la calle Vara de Rey. “Una plaza, una zona artística, un museo de arte… ya veremos la forma que le damos”, apunta alto. Sobre sus paredes también habrá un diseño de Okuda.

Un santuario artístico
Mientras tanto, empresarios del ocio nocturno de Sant Antoni escuchan atentamente, como personajes secundarios de la escena, las declaraciones de Serra. El Ayuntamiento ha otorgado 80.000 euros (financiados con dinero de Bruselas) a todos aquellos que transformen un pub o café concierto en bar de tapas o comercio. Es otra de las patas del plan de transformación del West. De momento, según informó el alcalde a elDiario.es, unos ocho empresarios se han acogido a las ayudas. Otros locales han colgado el cartel de ‘Se alquila’ o ‘Se vende’ y, por el contrario, otros tantos siguen abiertos de par en par con las mismas ofertas de siempre.
La zona hace años que está en decadencia y los adoquines que ya se han empezado a levantar pronto serán historia. Con ellos, se retira la huella de los turistas británicos que venían a esta zona de Eivissa, la mayoría después de contratar un paquete turístico con el recordado Club 18 30. También se elimina la posibilidad de que se filtren por ellos las consecuencias desagradables de borracheras desenfrenadas fruto de la cerveza y los licores baratos. Muerto el perro, se acabó la rabia.
Sin embargo, la mayoría de los pubs y bares de estos confines continúan abiertos, a la espera de que se despierte en ellos, de la noche a la mañana, una transformación radical que traiga la paz (¿cultural?) al barrio. ¿Cuál es el plan? La idea -detalla el edil- es, poco a poco, atraer a los inversores a medida que se vaya regenerando el turismo del barrio. “Queremos que sea un punto de inflexión a través del arte y la inversión pública”, apuntaba durante la rueda de prensa. “Todo es empezar”, señaló a elDiario.es durante una entrevista reciente en su despacho.
La zona hace años que está en decadencia y los adoquines que ya se han empezado a levantar pronto serán historia. Con ellos, se retira la huella de los turistas británicos que venían a esta zona de Eivissa, la mayoría después de contratar un paquete turístico con el recordado Club 18 30
Por el momento, se dará “sombra y color” a la calle Santa Agnès, continúa en la presentación del mural. Alrededor, el abandono de una decena de bajos recuerda que fueron, casi en otra vida, bares o viviendas. Algunos están medio abandonados, como indican los graffitis que lucen sus fachadas, como un Snoopy que toca un saxofón a muy pocos metros de la obra. Así empezó Okuda, pintando, en los años noventa, a escondidas, edificios abandonados y vías de tren.
También se aprecia en las inmediaciones el cartel de una inmobiliaria: el piso más barato, de 50 metros cuadrados, cuesta un total de 210 mil euros y, como el propietario indica, ya está vendido. En otra área del casco antiguo, no muy lejos, otro piso construido hace tres décadas, con tres habitaciones y dos baños, se vende por 450.000.


Miedo a la gentrificación
“Claramente si el mural se vuelve un sitio instagrameable, es probable que suban los precios. Como proyecto me parece bonito, pero el presupuesto que se han gastado también lo podrían haber destinado a otras cosas importantes, en organizar cosas culturales para la población o en vivienda, por ejemplo. Y esa calle arreglarla simplemente cambiando el pavimento”, comenta Manuel, que desde hace alrededor de un año es vecino de la zona y ha podido ver cómo, con la llegada del verano, se llena de turistas británicos sin camiseta en búsqueda de la locura.
También de vendedores ambulantes y todo tipo de oferta de acuerdo a la demanda. Ali, trabajador de un kebab emplazado un poco más arriba, en una calle limítrofe con el West, denuncia el consumo de drogas y las trifulcas que se montan por el mismo. “Me parece un lugar peligroso”, observa el hombre, acostumbrado a la paz de los países musulmanes, como Pakistán. Aunque también ha vivido durante muchos años en un condado del interior de Estados Unidos.
Si el mural se vuelve un sitio instagrameable, es probable que suban los precios. Como proyecto me parece bonito, pero el presupuesto que se han gastado también lo podrían haber destinado a otras cosas importantes, en organizar cosas culturales para la población o en vivienda, por ejemplo. Y esa calle arreglarla simplemente cambiando el pavimento
“La intención -con el ‘Arcoíris Infinito’- es atraer al turismo más cultural”, asegura Okuda, a quien “lo que más le pone” es transformar la ciudad, como aseguró en una entrevista concedida a elDiario.es en su estudio de Usera, en Madrid en 2024. Un barrio que ha vivido en los últimos años un proceso de gentrificación que ahora temen los vecinos del West.
“Como vengo de pintar en la calle y en grande siento que este es como mi entorno natural”, dice en la esquina de la calle Santa Agnès donde trabaja esta mañana. En muchas ocasiones le han ofrecido trabajos en galerías de arte o museos, pero los rechaza porque le atrae más modificar el espacio común, algo que permite a “todo tipo de personas disfrutar de la obra”.
–¿Te preocupa que el mural tenga un efecto gentrificador y que, al ser un entorno urbano, expulse a los residentes actuales?
–Mi intención es intervenir en el espacio público para que las personas vivan la experiencia. En Miami he pintado en Wynwood y sí que se ha gentrificado. Llevo diez años pintando allí y he visto un cambio brutal. Pero creo que Sant Antoni ya tiene muchísimos visitantes. No creo que cambie nada en ese sentido.
–¿Y el cambio que has visto en Wynwood, qué te parece?
–Me gustaba más el momento intermedio, cuando estaban más artistas y menos influencers y ricos, sinceramente. Pero bueno, aquí no hay ningún estudio de artista, ¿verdad? Estaría muy bien que se viniera vivir alguno.
–¿Qué te imaginaste cuando viste esta calle por primera vez?
–Como el proceso es muy lento no me podía flipar mucho con millones de detalles porque igual me tiro un año pintando. Siempre hay que ver el espacio que vas a intervenir para decidir qué vas a hacer. Sintetizo varios de mis estampados y diseños más reconocidos (estrellas, animales, geometría). Es un collage que representa la diversidad.
En Miami he pintado y sí que se ha gentrificado. Llevo diez años pintando allí y he visto un cambio brutal. Me gustaba más el momento intermedio, cuando estaban más artistas y menos influencers y ricos. Pero creo que Sant Antoni ya tiene muchísimos visitantes. No creo que cambie nada en ese sentido
Okuda saca pecho de que su obra sobre el faro de Ajo, en Bareyo, sea “el segundo monumento más visitado de Cantabria” desde que lo pintara él en la pandemia y después de ser objeto de unas críticas que el artista achacó “al tiempo libre durante el confinamiento”. “No hay fútbol y es una cosa de la que hablar”, declaró con humor el cántabro en su momento.
Para esa intervención se necesitaron 75.000 euros de las arcas públicas municipales, mientras que su paseo “en honor a la diversidad” -y a todas las personas y culturales que visitan la isla- se han necesitado 371.000. De estos, 100.000 son tan solo de caché. Unas cifras que “se ciñen mucho a la realidad” de lo que ha costado el trabajo del artista, del equipo y de los materiales que se utilizarán, detalla Óscar, manager de Okuda, a elDiario.es.

Un mural en horizontal
Unas quince personas, tanto a pie de calle como diseñadores que trabajan desde el estudio, llevan meses “probando y experimentando” para que la obra funcione. El trabajo de preparación previo ha incluido la reproducción al aire libre de partes de la alfombra multicolor que se pintan ahora en una de las vías principales de Sant Antoni. Con pruebas como el barniz para proteger los colores, con cierto material de carga “para que no se resbale la gente”.
“Lo bonito y lo feo de transformar el espacio público es que dependemos de muchas cosas que pueden pasar”, reflexiona Okuda, quien estima que los primeros visitantes puedan pasear por encima de su primer mural horizontal a finales de mayo. Esta horizontalidad supone una dificultad añadida al trabajo.
“Que el mural esté en el suelo me parece original”, valora Concepción Riera, que trabaja en un souvenir al lado del paseo marítimo que conecta con la zona. “Pero ya sabemos cómo es el West, en breves estará hecho un asco. Por mucho que queramos, el turismo que tenemos no está hecho para cuidar estas obras de arte”. Nieves Marí, otra vecina, comparte la opinión: “Pronto estará llena de vómitos y hasta de orín, no me parece un lugar donde poner un mural que vale un dineral, cuando todas las obras de Okuda son siempre en vertical”.
Que el mural esté en el suelo me parece original. Pero ya sabemos cómo es el West, en breves estará hecho un asco. Por mucho que queramos, el turismo que tenemos no está hecho para cuidar estas obras de arte
El proceso de trabajo -casi artesanal- es lento: normalmente el artista utiliza esprays para pintar, pero en este caso, necesita una mezcla de tres poliuretanos (también en espray, que han comprado a un proveedor ibicenco) que requieren de veinte horas de secado, en vez del habitual minuto. Serra señala que del vallado, la seguridad y el pulimento del suelo se encargarán empresas locales, así como del mantenimiento del mural una vez terminado. Aunque el primer año se hará cargo la empresa de Okuda, después será necesaria una revisión anual del suelo y, cada tres años, en las paredes.
Por su parte, el equipo del artista gestiona ahora la preparación y los materiales, detalla el manager. También añade que su proveedor habitual, de Bilbao, les ha facilitado el material que traen desde la península sin que eso suponga un encarecimiento del presupuesto.
–¿Os preocupa que sea una calle donde los guiris siguen vomitando y meando?
–[La obra] Se hace para cambiar eso.
El primer mural que pintó Okuda fue en 1996, en Santander, y el primero en Sant Antoni, hace ya casi una década, durante el Bloop Festival. Óscar, que encabeza la familia laboral de Okuda desde hace años, recuerda que llevan “desde pequeños haciendo cosas en la isla”. Ahora, a esa lista de “cosas” se suma una fiesta en el hyperclub UNVRS, que abre sus puertas esta temporada, ya que la discoteca ha firmado un contrato con El Row y una de sus temáticas involucra los diseños multicolores del cántabro.
Tras atender a los medios, Okuda vuelve manos a la obra; se arrodilla sobre el suelo y continúa aplicando pintura. Ahora rojo, luego verde y así hasta terminar su ‘Arcoíris Infinito’. Justo al lado, albañiles entran y salen continuamente ataviados con su ropa de trabajo de los pubs aún en funcionamiento del Carrer Santa Agnès: quedan apenas semanas para que arranque la temporada y no hay tiempo que perder.

A pocos metros, otro trabajador sentado en un andamio barniza el rótulo de madera de un bar junto a un compañero suyo que canturrea una letra del colombiano César Mora al ritmo de la salsa que suena en su altavoz:
Bajo la calle del sabor que va pa' allá
Bajo la calle del sabor yo vengo acá
(...)
Ay, susúrrame al oído una canción
(Canela), Una canción, una canción de amor
(Canela), Ay, que ya me voy, que ya me voy pal' cielo
(Canela), Ay, que ya me fui, que ya me fui pal' cielo
Es el mismo cielo -si se alza la vista solo se ven cables y edificios semiderruidos-, que abarca el mural inmersivo del artista, diseñado para “atraer visitantes y para el disfrute de los vecinos”, en palabras de Serra. Y que este verano, al menos, aún tendrá que sobrevivir a los hooligans que se dirijan un año más a la calle Santa Agnès por las pintas de cerveza y la juerga de los bares.
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